martes, 29 de septiembre de 2009

Por el amor de una rosa el jardinero es servidor de mil espinas.


Después de un tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma...

uno aprende que el amor no significa recostarse y una compañía no significa seguridad...

uno empieza a aprender que los besos no son contratos y los regalos no son promesas...

uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos...

uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes y los futuros tienen la costumbre de caerse en la mitad...

después de un tiempo uno aprende que si es demasiado hasta el calorcito del sol quema...

Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores plasticas.

1 comentario:

Julia Hernández dijo...

Me encanta tu entrada ésa forma de ver la vida, tan real, soñar pero con los pies en la tierra, dispuestas a ejercer nuestro de derecho a ser feliz y cultivar el jardín como se quiera. La madurez a veces duele pero el resultado es escritos maravillos como éste. Un abrazo grande.